SINOPSIS

NO A LOS PAPELONES, de Eduardo Montes-Bradley, se debate entre la imposibilidad de hacer un filme sobre la figura esquiva de un falso mapuche, un conflicto bananero a punto de convertirse en causa nacional y el coqueteo de los argentinos con la paranoia.

Si en un comienzo la estrategia del director fue salir en busca de Nahuel Maciel, el escurridizo mapuche que había burlado el periodismo con sendos artículos apócrifos en los noventa, la idea acabó desbaratándose cuando el propio Nahuel se quiebra en franco arrepentimiento. “Si hay arrepentimiento, no hay segundo acto” concluye el director. Sin embargo la suerte está de su lado. Nahuel vive en Gualeguaychú donde se desempeña como columnista de un diario local, vocero de las asambleas ambientalistas.

Una puerta se cierra y otra se abre.
La pérdida del indio Nahuel como protagonista cede ante la tentación de sumar nuevos: Camalote De Lejos (ambientalista), La Cordobesa de las Galletitas (abogada), Boquita Pintada (ama de casa con tiempo), Juan De los Yuyos (piquetero) y El hombre del peluquín (empresario) entre muchos. A partir de entonces el filme se sumerge en el conflicto desatado por la instalación de dos plantas de celulosa en la margen oriental del río Uruguay para descubrir la fragilidad y la ingenuidad de vecinos alentados por sus miedos más profundos. “Empiezo a pensar que todo es frágil, precario. Vinimos siguiendo las huellas de un impostor y nos encontramos con medio centenar de ellos cortando una ruta”, enfatizó el director temiendo que su película naufragara por falta de mérito. “Si la causa de los ambientalistas no es causa, entonces no hay película”, concluyó.

Sin embargo, la conjunción de Nahuel y los ambientalistas acabará desatando un torbellino de fundamentos escalofriantes sobre la naturaleza frívola de las causas nacionales, un torbellino que convertirá a NO A LOS PAPELONES, en una brillante exposición de los miedos y mezquindades de la clase media Argentina.